Toyota, pionera en la tecnología de hidrógeno, se enfrenta a una demanda colectiva en Estados Unidos por supuestas promesas incumplidas con su modelo Mirai, lanzado en 2014 como el primer carro de hidrógeno de la marca. Los demandantes argumentan que la compañía les engañó al garantizar que repostar hidrógeno sería tan sencillo como llenar un tanque de gasolina, algo que en la práctica resulta ser casi imposible.
A pesar de que el Mirai ofrece emisiones nulas al utilizar hidrógeno para generar electricidad, la infraestructura de repostaje sigue siendo limitada y el costo del hidrógeno ha aumentado significativamente. Los propietarios denuncian que la autonomía del vehículo es mucho menor de lo prometido y que las estaciones de repostaje son escasas, lo que convierte al Mirai en un carro "prácticamente inutilizable".
El hidrógeno, aunque se promociona como una solución ecológica, enfrenta desafíos fundamentales que limitan su viabilidad como alternativa a los vehículos eléctricos de batería. La eficiencia energética del hidrógeno es considerablemente inferior, ya que la conversión de electricidad en hidrógeno y luego en electricidad nuevamente para alimentar un vehículo implica múltiples etapas de pérdida energética. Esto hace que el hidrógeno sea menos eficiente en comparación con las baterías, que almacenan y utilizan energía de manera más directa y eficiente.
Además, los usuarios han reportado problemas durante el repostaje, como la congelación de las boquillas y tiempos de espera prolongados. El costo del hidrógeno también ha subido de 13 a 36 dólares por kilogramo en dos años, aumentando el costo de llenado del tanque de 75,6 a más de 200 dólares.
La demanda alega que Toyota no cumplió con sus promesas de una experiencia de repostaje fácil y económica, acusándola de publicidad engañosa y buscando compensación por las dificultades enfrentadas. La compañía, que sigue apostando por el hidrógeno como parte de su estrategia a largo plazo, deberá enfrentar estas alegaciones mientras continúa desarrollando su tecnología.
Además, la infraestructura de producción y distribución de hidrógeno sigue siendo incipiente y costosa. El proceso de producción del hidrógeno, principalmente a través de la electrólisis del agua o del reformado de gas natural, es caro y requiere grandes cantidades de energía, lo que puede anular los beneficios ambientales si la fuente de esa energía no es limpia. Estos problemas, junto con la limitada red de estaciones de repostaje y el alto costo del hidrógeno, han generado escepticismo sobre su capacidad para reemplazar los vehículos eléctricos de batería en el corto plazo.
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